CARACTER DE UN HIJO DE DIOS APROBADO
Esto que te voy a compartir,me costò mucho entenderlo,pero lo logrè gracias a que tuve autoridades que me enseñaròn y tubieròn paciencia e insistieròn conmigo.
Doy gracias al Rey por cada uno de ellos y gracias mil a JESUCRISTO.
Doy gracias al Rey por cada uno de ellos y gracias mil a JESUCRISTO.
Si algo es fundamental para ser un buen ministro de Jesucristo, es manifestar el carácter de Aquel quien nos llamó y a quien servimos. Una de las características de los ministros del Reino es que reflejan el carácter del Rey.
El gran desacierto que tienen muchos ministros es que se preocupan mas por HACER los planes correctos, y no por SER las personas correctas. Muchos confunden CARISMA con CARÁCTER. El ser un ministro USADO no quiere decir que sea un ministro APROBADO. La gran mayoría se enfoca en desarrollar un ministerio exitoso y se olvidan de desarrollar un carácter juicioso.
Otros tristemente su más equivocada prioridad es TENER, bien sea recursos o números, pero se descuidan en lo fundamental que es el SER. La lección es que, sino estamos formados para SER un buen siervo, no estamos preparados para HACER un buen servicio.
El carácter es lo que define la sinceridad de nuestras motivaciones, la solidez de nuestro ministerio, la sobriedad de nuestro vivir y la seguridad de nuestro destino.
ESCUDRIÑEMOS EN LA DEMANDA QUE PABLO LE HACE A SU DISCÍPULO TIMOTEO, CUALES COSAS DEBE HACER Y CUALES NO, PARA ALCANZAR EL CARÁCTER GENUINO DE UN MINISTRO APROBADO DE JESUCRISTO.
1. EJERCITAR LA PIEDAD PERSONAL
Lo que sí importa, en cambio, es si conoce la Palabra de Dios y está viviendo realmente de acuerdo a lo que enseña.
El ministerio es el resultado de lo que somos, no de lo que decimos. En 1 Timoteo 4:7 dice: «Ejercítate para la piedad». La palabra gimnasio viene de la palabra griega traducida ejercicio. Se refiere a los que se ejercitan en lo atlético. Implica el entrenamiento riguroso, sacrificado. Es un proceso continuo.
En contraste, «la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente y de la venidera». La santidad es provechosa no solamente para el cuerpo sino también para el alma.
EL BENEFICIO DE LA DISCIPLINA ESPIRITUAL ES UNA VIDA COMPLETA, bendecida por Dios, fructífera y útil. Las bendiciones de la santidad tienen una amplia repercusión para la vida presente y eterna. Además es una marca distintiva de todos aquellos que Dios aprueba para servirle. (II Tim 2:19-21)
Al tratarse de un ejercicio, indica que debe lograrse por etapas y en la medida que se practique. Por lo tanto, comienza como toda disciplina muscular; de lo pequeño a lo grande, de lo poco a lo mucho; y en la medida que se ejercite, por ende se fortalece. Así que, si queremos desarrollar una vida piadosa fuerte, es necesario afirmar las cosas pequeñas. Nunca ha existido un personaje más piadoso y a la vez recio ante la injusticia que nuestro Señor Jesucristo. Su vida piadosa fue la mayor arma para vencer la impiedad.
La piedad (santidad) no es algo fingido, donde nos esforzamos para no hacer cosas indebidas, tampoco se trata de cumplir ciertas normas rígidas preconcebidas; sino de un fluir natural de la vida de Cristo absorbiendo la nuestra.
2. MODELAR CON SU VIDA Y EJEMPLO.
En el ministerio no aplica el dicho del capitán del ejército mundano: Hagan lo que yo les mando, no lo que yo hago. Pablo con autoridad moral pudo decir: Sé imitadores de mi, como yo de Cristo; y luego le escribió a Timoteo «Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza» (v. 12). Cuando usted da el ejemplo, la gente tiene un modelo que seguir. Alguien dijo «Su forma de vida habla tan fuerte que no oigo lo que dice». Su vida es el mensaje más poderoso que predica.
El autor de Hebreos dijo «Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la Palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta e imitad su fe» (13:7). Cuando sirva en la iglesia, debe vivir de tal manera que otros puedan imitarlo. Ese es un gran desafío, es un asunto serio ser culpable de enseñar el error o vivir como hipócrita.
LA VIDA DE UN HOMBRE DEBE ESTAR DE ACUERDO CON SU MENSAJE. Trágicamente, este principio es violado constantemente en el ministerio y ésta incongruencia ha producido un desánimo en todos aquellos, que conocen la farsa de nuestra vida.
Siendo ejemplo de los creyentes; porque el respeto y la autoridad no se exigen, estos valores se ganan mediante el ejemplo.
La autoridad no se deriva de la edad cronológica, sino de la madurez espiritual; tampoco procede los “años de experiencia” (pues muchas veces son círculos viciosos repetidos muchos años); sino del tiempo de entrega al gobierno de Dios.
Pablo dijo que debíamos ser ejemplo (del griego typos, que significa figura, modelo) ante los creyentes:
EN PALABRA: La conversación de un siervo de Dios debe ser ejemplar. Efesios 4 nos dice cómo debe ser nuestra conversación, «desechando la mentira» (v. 25). Un siervo de Dios nunca debe mentir, ni contradecirse, diciendo una cosa a una persona y otra cosa a otra. Luego Pablo agrega «hablad verdad cada uno con su prójimo» (v. 25). Que importante es la veracidad de un siervo que no difama a nadie, no desnuda a sus colegas para aparecer mejor que los demás.
Pablo sigue «airaos, pero no pequéis» (v. 26). Hay lugar para la ira santa y la indignación justa, pero no para el enojo pecaminoso. Ningún siervo excelente debe llegar al punto en que está tan enojado que sus palabras son amargas, vengativas o indecentes; a veces pensamos que simplemente estamos reaccionando ante algo o alguien, pero no es que me enojé, sino que soy iracundo. Actuamos de acuerdo a lo que somos.El versículo 29 dice «ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca». No hay lugar para la comunicación corrupta o sucia en la vida cristiana. La conversación que glorifica a Dios es «buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes» (v. 29). Hay lugar para la diversión y el gozo, porque «el corazón alegre es una buena medicina» (Pr. 17:22). Pero no hay lugar para la conversación vulgar, las palabras de enojo, ni la lengua mentirosa.
EN CONDUCTA: Debe ser un ejemplo de la vida justa: una persona que vive de acuerdo a sus convicciones, basadas en principios bíblicos. Toda su vida es un sermón, ilustrado por sus actividades, los sitios que frecuenta y estilo de vida que lleva. Ese sermón contradice o afirma lo que uno predica.
Pablo formó la vida de su discípulo a fin de que supiera como conducirse en la casa de Dios. (I Tim 3:15)
EN AMOR: Servir en amor no necesariamente significa que usted debe cortejar y abrazar a toda persona todo el tiempo. Epafrodito y el apóstol Pablo demostraron su amor a la Iglesia por medio del servicio sacrificial (1 Ts. 2:7-12; Fil. 2:27-30). Una de las formas prácticas en que expresamos nuestro amor por los hermanos, es la actitud como servimos.
EN ESPÍRITU: Esto tiene que ver con la actitud que asumimos ante la vida y parte de la esencia divina que ha sido depositada en nosotros y debe ser liberada para bendecir y edificar también a todos aquellos en quienes la naturaleza de Cristo está siendo formada. Un buen ministro sabe que el opera no desde su estado de ánimo, sino desde su espíritu donde habita la vida completa de Dios.
EN FE: La palabra griega traducida fe en 1 Timoteo 4:12, quiere decir fidelidad, honradez, o firmeza. Timoteo debía ser fiel, honrado y firme en su ministerio. Pablo dice: «… se requiere de los administradores que cada uno sea hallado fiel» (1 Co. 4:2). Las personas no dudarán en seguir a esa clase de líder.
EN PUREZA: La palabra griega traducida pureza (hagneia) se refiere no sólo a la integridad sexual sino también a la intención del corazón. Si su corazón es puro, su comportamiento también lo será. (I Tim 5:22)
La historia nos ha mostrado que un ministerio puede ser devastado por la impureza sexual de sus líderes. Los hombres que son líderes son vulnerables en ese aspecto cuando bajan las defensas y viven desprotegidos sin un equipo apostólico que les brinde cobertura y apoyo en cualquier dificultad. Debemos cultivar y mantener siempre pureza moral absoluta.
Estas mismas virtudes le fueron recordadas a Timoteo (6:11 y II Tim 2:22), para que viviera a la altura de lo que Dios le había llamado y formado. Si hemos de ver la manifestación de lo que Dios ha prometido, tenemos que ser lo que Dios nos ha formado: Verdaderos hombres de Dios. Personas que por fuera somos iguales a los demás, pero por dentro somos distintos; porque en nosotros reside Su Naturaleza Divina que nos identifica, y nos hace recordar que fuimos diseñados en el cielo, pero ensamblados en la tierra.
3. INFLUIR EN LA VIDA DE OTROS.
«... para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos» (v.15) sugiere que el progreso espiritual de Timoteo sería evidente a todos. Esto implica que todavía no era perfecto. La gente tiene que ver nuestra honestidad y humildad para reconocer nuestros errores, esto no nos hace perder credibilidad, al contrario la afirma.
Todo ministro debe ser un ejemplo a imitar para la congregación, pero si quiere lograr niveles de mayor influencia debe trabajar de cerca con un grupo selecto de liderazgo. El filósofo y poeta Ralph Emerson dijo: “Cada hombre es un héroe y un modelo para alguien, y para esa persona, lo que diga tiene valor adicional”.
En términos humanos, nadie cumple con todos los requisitos que el santo ministerio establece. Sin embargo, cuando nos sometemos al Espíritu de Dios y dependemos de Él, para que logre lo que nunca podríamos hacer nosotros mismos, Su poder obrará a través de nosotros y nos habilita para ser ministros competentes del Nuevo Pacto y no ministros compitentes con otros consiervos; queriendo tener y hacer lo que otros tienen, porque no entendemos la soberanía de Dios al repartir sus dones.
Lo que somos no es el resultado de nuestras situaciones, sino de nuestras decisiones. No importa el ambiente donde hayamos nacido, la condición en que crecimos y nos desarrollamos (natural o espiritualmente); sino la actitud y determinaciones que asumimos frente a todo esto. Yo no tengo la culpa de la cara que tengo, pero si tengo la culpa de la cara que pongo.
Lo que más va a impactar a quienes nos conocen, es el desarrollo de nuestra vida personal. Por eso, no debo enfocarme en construir bajo apariencia, pues si presento exteriormente todas las cosas bien, pero estoy cosechando resultados malos, quiere decir que hay que revisar y cambiar las cosas adentro. Jamás un ministro fracasado en su fe, finanzas y familia será un motivo de inspiración.
4. CUIDAR LO QUE SOMOS Y CREEMOS.Pablo continua diciendo, «Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen» (1 Ti. 4:16). Timoteo debía concentrarse en dos cosas: su conducta y su enseñanza. Estas dos cosas son la esencia del ministerio.
Pablo le aseguró a Timoteo que continuar en la santidad personal y la enseñanza correcta lo llevaría por el camino inevitable de salvación y a un final glorioso: «pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen» (v. 16). Su influencia positiva en la vida de los demás sería la prueba de que su fe era verdadera.
El tener cuidado de nosotros mismos es una disciplina diligente que debe practicarse en las cosas cotidianas de la vida; sean grandes o pequeñas, públicas o privadas, seculares o espirituales; pues ellas son las que van moldeando lo que somos; de tal forma que no viva para impresionar a los demás; pues no debo preocuparme por las cosas buenas que los hombres digan de mi en la tumba, sino de la aprobación que reciba de los ángeles ante el trono.
Si perseveramos en la piedad y la verdad, nuestras vidas afectarán notablemente a otros. Les traeremos el mensaje de salvación. En realidad, nosotros no salvamos a nadie, pero Dios nos usa cuando predicamos la Palabra de Dios y vivimos vidas santas; pues transferimos una forma de vida que los demás necesitan recibir.
Todos los requisitos exigidos a un siervo de Cristo, conllevan a un resultado final: la exaltación de Dios por medio de esa vida y la salvación integral de las personas, a quienes debe alcanzar por medio de su ejemplo y predicación.
Ése es nuestro propósito en la vida y el motivo por el cual permanecemos en el mundo luego de ser redimidos. Dios desea que llevemos el mensaje de salvación completa y su propósito eterno se vea cumplido en todos los hombres. (I Tim 2:3-4)
El ministro apostólico no predica solamente para salvar gente para el cielo, sino capacitarlas para que sean funcionales y efectivas en la tierra. El sabe que es embajador del evangelio del Reino, no manipulador del infierno. Su tarea principal es representar fielmente al Rey y liberar el poder divino puesto en cada persona, para que cumpla el propósito eterno para el cual fue creada y salvada.
El cuidado de nuestra vida personal debe hacerse en forma continua y responsable, reconociendo que somos piedras vivas que edifican el templo de Dios y que como piedras nos convertimos en peldaños, que permiten que otros suban a niveles más altos. Como también si nos descuidamos, nos convertimos en piedras muertas que sirven de tropiezo al avance de los que nos conocen.
Nunca debemos olvidar que somos un referente para quienes nos escuchan; por eso Pablo le dijo a Timoteo, que salvarás a los que te oyeren.
El poder salvífico de la Palabra tendrá un mayor efecto en quienes la reciben, cuando va acompañado por una vivencia confiable en quien la presenta. Que solemne responsabilidad saber que, por medio de mi calidad de vida, la vida de otros está en juego.
5. SERVIR SIN CODICIA.
Uno de los graves peligros que debe enfrentar todo ministro, es ceder a la tentación del materialismo, con su afán desmedido por tener cosas, pues mucho creen que eso les representa status o reconocimiento y muchas veces se convierten como Balaam, en cínicos profetas mercenarios que trafican con los dones de Dios por simple lucro personal.
Pablo exhortó a Timoteo, para que sirviera a Dios con una actitud agradecida y sin ninguna intención equivocada (I Tim 6:5-8); pues le advirtió que todos aquellos que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas; que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero... (6:9-10)
Aquellos que con afán anhelan acumular riquezas, pervierten sus valores y distorsionan sus prioridades, volviéndose esclavos de sus ambiciones, a tal punto, que aprecian más las cosas que las personas. Tristemente podemos observar la motivación incorrecta de algunos que valoran la gente por los recursos que tiene en su bolsillo, y no por los valores que tiene en su corazón.
Otros su interés en promover las ofrendas es para cubrir un presupuesto y cumplir un programa de actividades distractoras que rellenen su calendario litúrgico, pero no para llevar a cabo el propósito del Reino.
En la primera parte de II Tim 4:5, Pablo le dice: …”pero tu se sobrio en todo…”. La sobriedad o sea el equilibrio y moderación en toda nuestra forma de vivir, es evidentemente una señal de madurez espiritual; todo ministro que se deja embriagar (ebrio es lo contrario a sobrio) por el falso éxito y el materialismo, puede caer en excentricidades y abuso de autoridad, lo cual le crea desconfianza ante los creyentes y descrédito ante los incrédulos.
Pablo nos ha mostrado que así como la piedad es la raíz de todos los bienes, de igual forma la codicia es la raíz de todos los males. Con tristeza hemos visto como algunos ministerios han sucumbido a este flagelo; y les ha acontecido lo que el texto enseña; se extraviaron de la fe.
Cuando Pablo habla aquí de extraviarse, no se trata de un apostata que renunció a la fe, la idea en el original, es la de un planeta que se salió de su órbita y quedó circulando errante. Cuantos ministros has dejado de ser efectivos al propósito para el cual fueron llamados, por tener una mala conexión con el dinero.
He conocido muy de cerca actos tan bochornosos, de ministros conocidos y desconocidos enredados en escándalos y problemas económicos. Casi siempre he observado, que todo se originó por actitudes mezquinas nacidas de un corazón seducido por la codicia económica.
Muy a menudo se estrangula la economía de los fieles para proyectos de radio y televisión que sólo buscan promover la imagen de un ministerio, o construir un grandioso edificio que contribuye a aumentar la megalomanía de su líder, y no edificar correctamente al verdadero edificio del Señor, Su Iglesia, la cual es su Cuerpo, su verdadero Templo.
Las trágicas consecuencias que hemos visto sufrir a muchos, nos deben servir de solemne advertencia y recordarnos la amonestación, para no hundirnos en la destrucción y pérdida de privilegios. Pablo dice que una mala conexión con los recursos del Reino, es como un lazo; es decir, que aparentemente podemos movernos con cierta libertad, vivimos engañados, al igual que ocurre con un perro amarrado a una soga que cree estar completamente libre, hasta que se da cuenta que su libertad tiene la misma medida que la cuerda a la que se encuentra atado.
Así que el problema no es tener recursos, sino “el vivir atado a la cuerda de un espíritu incorrecto cuya medida acabará mostrando a todos una administración carnal de los mismos”. El término que Pablo utiliza para definir “el amor al dinero” proviene del vocablo “philarguria”, que encierra la idea de deseo excesivo o pasión compulsiva que respira con afán por tener. Esta clase de pasión carnal por dinero, conduce a una pérdida de la fe, y como consecuencia al abandono de la fidelidad al propósito de Dios para la vida, haciéndose nulo el sentido de misión y destino.
Hay cosas que son normales que otros tengan y hagan; pero el hecho de que otros puedan no me habilita que yo lo pueda tener y hacer. vr 14. Nunca existe una manera correcta para hacer lo incorrecto.
El gran desacierto que tienen muchos ministros es que se preocupan mas por HACER los planes correctos, y no por SER las personas correctas. Muchos confunden CARISMA con CARÁCTER. El ser un ministro USADO no quiere decir que sea un ministro APROBADO. La gran mayoría se enfoca en desarrollar un ministerio exitoso y se olvidan de desarrollar un carácter juicioso.
Otros tristemente su más equivocada prioridad es TENER, bien sea recursos o números, pero se descuidan en lo fundamental que es el SER. La lección es que, sino estamos formados para SER un buen siervo, no estamos preparados para HACER un buen servicio.
El carácter es lo que define la sinceridad de nuestras motivaciones, la solidez de nuestro ministerio, la sobriedad de nuestro vivir y la seguridad de nuestro destino.
ESCUDRIÑEMOS EN LA DEMANDA QUE PABLO LE HACE A SU DISCÍPULO TIMOTEO, CUALES COSAS DEBE HACER Y CUALES NO, PARA ALCANZAR EL CARÁCTER GENUINO DE UN MINISTRO APROBADO DE JESUCRISTO.
1. EJERCITAR LA PIEDAD PERSONAL
Lo que sí importa, en cambio, es si conoce la Palabra de Dios y está viviendo realmente de acuerdo a lo que enseña.
El ministerio es el resultado de lo que somos, no de lo que decimos. En 1 Timoteo 4:7 dice: «Ejercítate para la piedad». La palabra gimnasio viene de la palabra griega traducida ejercicio. Se refiere a los que se ejercitan en lo atlético. Implica el entrenamiento riguroso, sacrificado. Es un proceso continuo.
En contraste, «la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente y de la venidera». La santidad es provechosa no solamente para el cuerpo sino también para el alma.
EL BENEFICIO DE LA DISCIPLINA ESPIRITUAL ES UNA VIDA COMPLETA, bendecida por Dios, fructífera y útil. Las bendiciones de la santidad tienen una amplia repercusión para la vida presente y eterna. Además es una marca distintiva de todos aquellos que Dios aprueba para servirle. (II Tim 2:19-21)
Al tratarse de un ejercicio, indica que debe lograrse por etapas y en la medida que se practique. Por lo tanto, comienza como toda disciplina muscular; de lo pequeño a lo grande, de lo poco a lo mucho; y en la medida que se ejercite, por ende se fortalece. Así que, si queremos desarrollar una vida piadosa fuerte, es necesario afirmar las cosas pequeñas. Nunca ha existido un personaje más piadoso y a la vez recio ante la injusticia que nuestro Señor Jesucristo. Su vida piadosa fue la mayor arma para vencer la impiedad.
La piedad (santidad) no es algo fingido, donde nos esforzamos para no hacer cosas indebidas, tampoco se trata de cumplir ciertas normas rígidas preconcebidas; sino de un fluir natural de la vida de Cristo absorbiendo la nuestra.
2. MODELAR CON SU VIDA Y EJEMPLO.
En el ministerio no aplica el dicho del capitán del ejército mundano: Hagan lo que yo les mando, no lo que yo hago. Pablo con autoridad moral pudo decir: Sé imitadores de mi, como yo de Cristo; y luego le escribió a Timoteo «Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza» (v. 12). Cuando usted da el ejemplo, la gente tiene un modelo que seguir. Alguien dijo «Su forma de vida habla tan fuerte que no oigo lo que dice». Su vida es el mensaje más poderoso que predica.
El autor de Hebreos dijo «Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la Palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta e imitad su fe» (13:7). Cuando sirva en la iglesia, debe vivir de tal manera que otros puedan imitarlo. Ese es un gran desafío, es un asunto serio ser culpable de enseñar el error o vivir como hipócrita.
LA VIDA DE UN HOMBRE DEBE ESTAR DE ACUERDO CON SU MENSAJE. Trágicamente, este principio es violado constantemente en el ministerio y ésta incongruencia ha producido un desánimo en todos aquellos, que conocen la farsa de nuestra vida.
Siendo ejemplo de los creyentes; porque el respeto y la autoridad no se exigen, estos valores se ganan mediante el ejemplo.
La autoridad no se deriva de la edad cronológica, sino de la madurez espiritual; tampoco procede los “años de experiencia” (pues muchas veces son círculos viciosos repetidos muchos años); sino del tiempo de entrega al gobierno de Dios.
Pablo dijo que debíamos ser ejemplo (del griego typos, que significa figura, modelo) ante los creyentes:
EN PALABRA: La conversación de un siervo de Dios debe ser ejemplar. Efesios 4 nos dice cómo debe ser nuestra conversación, «desechando la mentira» (v. 25). Un siervo de Dios nunca debe mentir, ni contradecirse, diciendo una cosa a una persona y otra cosa a otra. Luego Pablo agrega «hablad verdad cada uno con su prójimo» (v. 25). Que importante es la veracidad de un siervo que no difama a nadie, no desnuda a sus colegas para aparecer mejor que los demás.
Pablo sigue «airaos, pero no pequéis» (v. 26). Hay lugar para la ira santa y la indignación justa, pero no para el enojo pecaminoso. Ningún siervo excelente debe llegar al punto en que está tan enojado que sus palabras son amargas, vengativas o indecentes; a veces pensamos que simplemente estamos reaccionando ante algo o alguien, pero no es que me enojé, sino que soy iracundo. Actuamos de acuerdo a lo que somos.El versículo 29 dice «ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca». No hay lugar para la comunicación corrupta o sucia en la vida cristiana. La conversación que glorifica a Dios es «buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes» (v. 29). Hay lugar para la diversión y el gozo, porque «el corazón alegre es una buena medicina» (Pr. 17:22). Pero no hay lugar para la conversación vulgar, las palabras de enojo, ni la lengua mentirosa.
EN CONDUCTA: Debe ser un ejemplo de la vida justa: una persona que vive de acuerdo a sus convicciones, basadas en principios bíblicos. Toda su vida es un sermón, ilustrado por sus actividades, los sitios que frecuenta y estilo de vida que lleva. Ese sermón contradice o afirma lo que uno predica.
Pablo formó la vida de su discípulo a fin de que supiera como conducirse en la casa de Dios. (I Tim 3:15)
EN AMOR: Servir en amor no necesariamente significa que usted debe cortejar y abrazar a toda persona todo el tiempo. Epafrodito y el apóstol Pablo demostraron su amor a la Iglesia por medio del servicio sacrificial (1 Ts. 2:7-12; Fil. 2:27-30). Una de las formas prácticas en que expresamos nuestro amor por los hermanos, es la actitud como servimos.
EN ESPÍRITU: Esto tiene que ver con la actitud que asumimos ante la vida y parte de la esencia divina que ha sido depositada en nosotros y debe ser liberada para bendecir y edificar también a todos aquellos en quienes la naturaleza de Cristo está siendo formada. Un buen ministro sabe que el opera no desde su estado de ánimo, sino desde su espíritu donde habita la vida completa de Dios.
EN FE: La palabra griega traducida fe en 1 Timoteo 4:12, quiere decir fidelidad, honradez, o firmeza. Timoteo debía ser fiel, honrado y firme en su ministerio. Pablo dice: «… se requiere de los administradores que cada uno sea hallado fiel» (1 Co. 4:2). Las personas no dudarán en seguir a esa clase de líder.
EN PUREZA: La palabra griega traducida pureza (hagneia) se refiere no sólo a la integridad sexual sino también a la intención del corazón. Si su corazón es puro, su comportamiento también lo será. (I Tim 5:22)
La historia nos ha mostrado que un ministerio puede ser devastado por la impureza sexual de sus líderes. Los hombres que son líderes son vulnerables en ese aspecto cuando bajan las defensas y viven desprotegidos sin un equipo apostólico que les brinde cobertura y apoyo en cualquier dificultad. Debemos cultivar y mantener siempre pureza moral absoluta.
Estas mismas virtudes le fueron recordadas a Timoteo (6:11 y II Tim 2:22), para que viviera a la altura de lo que Dios le había llamado y formado. Si hemos de ver la manifestación de lo que Dios ha prometido, tenemos que ser lo que Dios nos ha formado: Verdaderos hombres de Dios. Personas que por fuera somos iguales a los demás, pero por dentro somos distintos; porque en nosotros reside Su Naturaleza Divina que nos identifica, y nos hace recordar que fuimos diseñados en el cielo, pero ensamblados en la tierra.
3. INFLUIR EN LA VIDA DE OTROS.
«... para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos» (v.15) sugiere que el progreso espiritual de Timoteo sería evidente a todos. Esto implica que todavía no era perfecto. La gente tiene que ver nuestra honestidad y humildad para reconocer nuestros errores, esto no nos hace perder credibilidad, al contrario la afirma.
Todo ministro debe ser un ejemplo a imitar para la congregación, pero si quiere lograr niveles de mayor influencia debe trabajar de cerca con un grupo selecto de liderazgo. El filósofo y poeta Ralph Emerson dijo: “Cada hombre es un héroe y un modelo para alguien, y para esa persona, lo que diga tiene valor adicional”.
En términos humanos, nadie cumple con todos los requisitos que el santo ministerio establece. Sin embargo, cuando nos sometemos al Espíritu de Dios y dependemos de Él, para que logre lo que nunca podríamos hacer nosotros mismos, Su poder obrará a través de nosotros y nos habilita para ser ministros competentes del Nuevo Pacto y no ministros compitentes con otros consiervos; queriendo tener y hacer lo que otros tienen, porque no entendemos la soberanía de Dios al repartir sus dones.
Lo que somos no es el resultado de nuestras situaciones, sino de nuestras decisiones. No importa el ambiente donde hayamos nacido, la condición en que crecimos y nos desarrollamos (natural o espiritualmente); sino la actitud y determinaciones que asumimos frente a todo esto. Yo no tengo la culpa de la cara que tengo, pero si tengo la culpa de la cara que pongo.
Lo que más va a impactar a quienes nos conocen, es el desarrollo de nuestra vida personal. Por eso, no debo enfocarme en construir bajo apariencia, pues si presento exteriormente todas las cosas bien, pero estoy cosechando resultados malos, quiere decir que hay que revisar y cambiar las cosas adentro. Jamás un ministro fracasado en su fe, finanzas y familia será un motivo de inspiración.
4. CUIDAR LO QUE SOMOS Y CREEMOS.Pablo continua diciendo, «Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen» (1 Ti. 4:16). Timoteo debía concentrarse en dos cosas: su conducta y su enseñanza. Estas dos cosas son la esencia del ministerio.
Pablo le aseguró a Timoteo que continuar en la santidad personal y la enseñanza correcta lo llevaría por el camino inevitable de salvación y a un final glorioso: «pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen» (v. 16). Su influencia positiva en la vida de los demás sería la prueba de que su fe era verdadera.
El tener cuidado de nosotros mismos es una disciplina diligente que debe practicarse en las cosas cotidianas de la vida; sean grandes o pequeñas, públicas o privadas, seculares o espirituales; pues ellas son las que van moldeando lo que somos; de tal forma que no viva para impresionar a los demás; pues no debo preocuparme por las cosas buenas que los hombres digan de mi en la tumba, sino de la aprobación que reciba de los ángeles ante el trono.
Si perseveramos en la piedad y la verdad, nuestras vidas afectarán notablemente a otros. Les traeremos el mensaje de salvación. En realidad, nosotros no salvamos a nadie, pero Dios nos usa cuando predicamos la Palabra de Dios y vivimos vidas santas; pues transferimos una forma de vida que los demás necesitan recibir.
Todos los requisitos exigidos a un siervo de Cristo, conllevan a un resultado final: la exaltación de Dios por medio de esa vida y la salvación integral de las personas, a quienes debe alcanzar por medio de su ejemplo y predicación.
Ése es nuestro propósito en la vida y el motivo por el cual permanecemos en el mundo luego de ser redimidos. Dios desea que llevemos el mensaje de salvación completa y su propósito eterno se vea cumplido en todos los hombres. (I Tim 2:3-4)
El ministro apostólico no predica solamente para salvar gente para el cielo, sino capacitarlas para que sean funcionales y efectivas en la tierra. El sabe que es embajador del evangelio del Reino, no manipulador del infierno. Su tarea principal es representar fielmente al Rey y liberar el poder divino puesto en cada persona, para que cumpla el propósito eterno para el cual fue creada y salvada.
El cuidado de nuestra vida personal debe hacerse en forma continua y responsable, reconociendo que somos piedras vivas que edifican el templo de Dios y que como piedras nos convertimos en peldaños, que permiten que otros suban a niveles más altos. Como también si nos descuidamos, nos convertimos en piedras muertas que sirven de tropiezo al avance de los que nos conocen.
Nunca debemos olvidar que somos un referente para quienes nos escuchan; por eso Pablo le dijo a Timoteo, que salvarás a los que te oyeren.
El poder salvífico de la Palabra tendrá un mayor efecto en quienes la reciben, cuando va acompañado por una vivencia confiable en quien la presenta. Que solemne responsabilidad saber que, por medio de mi calidad de vida, la vida de otros está en juego.
5. SERVIR SIN CODICIA.
Uno de los graves peligros que debe enfrentar todo ministro, es ceder a la tentación del materialismo, con su afán desmedido por tener cosas, pues mucho creen que eso les representa status o reconocimiento y muchas veces se convierten como Balaam, en cínicos profetas mercenarios que trafican con los dones de Dios por simple lucro personal.
Pablo exhortó a Timoteo, para que sirviera a Dios con una actitud agradecida y sin ninguna intención equivocada (I Tim 6:5-8); pues le advirtió que todos aquellos que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas; que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero... (6:9-10)
Aquellos que con afán anhelan acumular riquezas, pervierten sus valores y distorsionan sus prioridades, volviéndose esclavos de sus ambiciones, a tal punto, que aprecian más las cosas que las personas. Tristemente podemos observar la motivación incorrecta de algunos que valoran la gente por los recursos que tiene en su bolsillo, y no por los valores que tiene en su corazón.
Otros su interés en promover las ofrendas es para cubrir un presupuesto y cumplir un programa de actividades distractoras que rellenen su calendario litúrgico, pero no para llevar a cabo el propósito del Reino.
En la primera parte de II Tim 4:5, Pablo le dice: …”pero tu se sobrio en todo…”. La sobriedad o sea el equilibrio y moderación en toda nuestra forma de vivir, es evidentemente una señal de madurez espiritual; todo ministro que se deja embriagar (ebrio es lo contrario a sobrio) por el falso éxito y el materialismo, puede caer en excentricidades y abuso de autoridad, lo cual le crea desconfianza ante los creyentes y descrédito ante los incrédulos.
Pablo nos ha mostrado que así como la piedad es la raíz de todos los bienes, de igual forma la codicia es la raíz de todos los males. Con tristeza hemos visto como algunos ministerios han sucumbido a este flagelo; y les ha acontecido lo que el texto enseña; se extraviaron de la fe.
Cuando Pablo habla aquí de extraviarse, no se trata de un apostata que renunció a la fe, la idea en el original, es la de un planeta que se salió de su órbita y quedó circulando errante. Cuantos ministros has dejado de ser efectivos al propósito para el cual fueron llamados, por tener una mala conexión con el dinero.
He conocido muy de cerca actos tan bochornosos, de ministros conocidos y desconocidos enredados en escándalos y problemas económicos. Casi siempre he observado, que todo se originó por actitudes mezquinas nacidas de un corazón seducido por la codicia económica.
Muy a menudo se estrangula la economía de los fieles para proyectos de radio y televisión que sólo buscan promover la imagen de un ministerio, o construir un grandioso edificio que contribuye a aumentar la megalomanía de su líder, y no edificar correctamente al verdadero edificio del Señor, Su Iglesia, la cual es su Cuerpo, su verdadero Templo.
Las trágicas consecuencias que hemos visto sufrir a muchos, nos deben servir de solemne advertencia y recordarnos la amonestación, para no hundirnos en la destrucción y pérdida de privilegios. Pablo dice que una mala conexión con los recursos del Reino, es como un lazo; es decir, que aparentemente podemos movernos con cierta libertad, vivimos engañados, al igual que ocurre con un perro amarrado a una soga que cree estar completamente libre, hasta que se da cuenta que su libertad tiene la misma medida que la cuerda a la que se encuentra atado.
Así que el problema no es tener recursos, sino “el vivir atado a la cuerda de un espíritu incorrecto cuya medida acabará mostrando a todos una administración carnal de los mismos”. El término que Pablo utiliza para definir “el amor al dinero” proviene del vocablo “philarguria”, que encierra la idea de deseo excesivo o pasión compulsiva que respira con afán por tener. Esta clase de pasión carnal por dinero, conduce a una pérdida de la fe, y como consecuencia al abandono de la fidelidad al propósito de Dios para la vida, haciéndose nulo el sentido de misión y destino.
Hay cosas que son normales que otros tengan y hagan; pero el hecho de que otros puedan no me habilita que yo lo pueda tener y hacer. vr 14. Nunca existe una manera correcta para hacer lo incorrecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario